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La Argentina, un país con un potencial enorme para la producción orgánica certificada

Segunda en el ranking mundial de hectáreas certificadas para la producción orgánica, el 99% de lo producido en la Argentina tiene como destino final la exportación

La Argentina, un país con un potencial enorme para la producción orgánica certificada
jueves 02 de abril de 2020
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a Argentina ocupa el segundo lugar en el ranking mundial de cantidad de hectáreas certificadas para la producción orgánica; un dato relevante en el mundo actual, donde el consumidor se fija cada vez más en el tipo de alimento que consume. Si bien todavía está en su etapa inicial, el potencial de este negocio en el país es enorme: tiene mucho camino por recorrer en el mercado doméstico y una gran oportunidad para aprovechar una demanda global que hoy se estima en 100.000 millones de dólares.

Las 3,6 millones de hectáreas certificadas en nuestro país solo son superadas por las 27 millones con las que cuenta Australia. Vale destacar que a nivel mundial hay 70 millones de hectáreas certificadas para la producción orgánica. “No necesariamente toda esta superficie está actualmente en producción, pero es un paso importante, porque el mundo se desespera por contar con terreno certificado y acá nos sobra”, explica Ricardo Parra, presidente del Movimiento Argentino para la Producción Orgánica (MAPO).

Parra, que es productor orgánico de Las Quinas, una firma ubicada en la localidad bonaerense de General Las Heras que ofrece miel, mermelada y dulce de leche orgánicos, dice que la ley de orgánicos argentina es una de las más avanzadas. “El mundo se maneja con niveles de equivalencias y en eso nosotros estamos en el primer grupo, por encima incluso de los Estados Unidos”, remarca.

Según el Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca de la Nación, en el país hay 3,4 millones de hectáreas de producción animal (sobre todo de lana en la Patagonia), 217.000 hectáreas de producción vegetal, 1.366 productores primarios y 1.590 operadores totales.

Para que un producto sea considerado orgánico debe reunir las siguientes condiciones: 1) no se puede usar agroquímicos, fertilizantes ni transgénicos en su producción; 2) debe ser trazable de punta a punta, desde la tierra hasta el frasco; y 3) debe provenir de un pequeño productor que hace producción intensiva y se queda en su territorio.

Un 99% de los productos orgánicos de nuestro país tienen como destino final la exportación. En 2018, por ejemplo, se exportaron 165.867 toneladas por una suma de US$101.106 millones. Los principales mercados son Estados Unidos, con el 43%, y Europa, con un 36%. Si bien se ha ingresado recientemente en Japón, el comprador estrella al que apunta la Argentina empieza a ser China, porque tiene 300 millones de nuevos ricos que quieren productos orgánicos y están dispuestos a pagarlos.

Las principales exportaciones orgánicas argentinas son: semillas, carne, trigo, soja, maíz, miel, frutos secos, yerba, peras y manzanas, lanas y arroz. El volumen de las ventas al exterior ha crecido a un promedio del 11% en los últimos cinco años, con un precio por tonelada comercializada de alrededor de US$700. “De todo lo que consume el mundo, solo el 4% es orgánico; por eso, el potencial de crecimiento es enorme”, subraya Parra.

Sin embargo, el mercado interno local muestra una cifra de consumo incluso menor que la mundial, ya que, según MAPO, solamente 1% de lo que se consume en el país es orgánico. “Agrandar esa torta es nuestro principal desafío; por ello se organiza la Semana Orgánica, con chefs famosos para difundir este tipo de producción entre los consumidores. Hoy, los mayores aliados son los consumidores millennials, porque quieren saber la trazabilidad del producto, la cantidad de ingredientes, etcétera”, señala Parra.

A nivel local, lo orgánico tiene el desafío de dejar de exportar solo commodities orgánicas y pasar a productos con mayor valor agregado, mientras que, a nivel general, una de las barreras que tiene el sector es que su precio aún es un 25% superior al de los productos convencionales. “Yo creo que, con el tiempo, el precio no será un problema, porque tenderá a acercarse al de lo no orgánico; en Francia, por caso, eso ya ocurre”, indica Guillermo Frusto, productor orgánico y dueño de Pampa Gourmet, empresa de salsas y aderezos.

Un punto a favor de lo orgánico es que se trata de una producción muy intensiva en mano de obra, por lo que puede convertirse en un gran impulsor del empleo. “Trabajamos por una ley que posibilite bajar las cargas sociales y, además, pedimos que se establezca que una parte del impuesto a las ganancias se pueda usar para reinversión”, dice Frusto, que lanzó el primer chimichurri orgánico del país y la primera mostaza de ese tipo.

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