l mijo pertenece a un grupo de cereales de semilla pequeña. En algunos países africanos es un componente imprescindible en la alimentación debido a las sequías y al clima impredecible del área central de ese continente.
De óptimo perfil alimentario, se trata de una mejor alternativa que el maíz. Sus variedades ofrecen diferentes composiciones nutricionales (100 gramos de mijo aportan unas 350 kilocalorías) y una buena performance en fibra (8 gramos). Además, este cereal no contiene colesterol, posee potasio y magnesio, y es apto para personas celíacas.
Los cereales integrales deben estar bien cocidos, tienen muchísimo sabor y nos dan esa sensación de saciedad y plenitud muy placentera.
El mijo es un cereal muy versátil y sabroso que se puede comer como grano en ensaladas, como si fuera cuscús. El grano cocido, aplastado y amasado es similar a la polenta, pero posee un mayor valor nutricional.
“Como todos los cereales integrales, el mijo es más nutritivo si lo dejamos en remojo. Nos hace mejor remojado y, mejor aún, fermentado. Una forma de fermentar es agregarle limón o kefir al agua, y otra dejando al mijo tres días en agua”, detalla Natalia Kiako, cocinera y especialista en alimentación saludable.
Saltear en el aceite de oliva la cebolla y el verdeo (primero solo la parte blanca y luego la parte verde también). Cuando la preparación se ablande, salpimentar y agregar las hojas de zanahoria.
Saltear hasta que aflojen, agregar la salsa de soja y la mostaza, salpimentar nuevamente y dejar cocer hasta que estén bien blandas. Procesar, agregar los demás ingredientes y amasar hasta que se forme una pasta.
Por último, formar los bollitos y colocarlos en una placa aceitada o de silicona. Refrigere en heladera y luego lleve a hornear a fuego medio/alto hasta que estén dorados por fuera.