l jengibre forma parte de una familia que rara vez se escucha nombrar: las zingiberáceas, a la que pertenecen también la cúrcuma y el cardamomo. El nombre científico es Zingiber officinale y proviene del subcontinente indio.
Se produce localmente desde los sesenta, siempre cerca de las comunidades coreanas que los consumían en su cocina. Los grandes cultivos están el noreste, especialmente en Misiones.
Poco sirve contabilizar las propiedades nutricionales del jengibre, porque lo usamos en tan poca cantidad que no aportaría gran cosa. Los beneficios más valiosos de este rizoma pasan por su sabor único y su potencia bactericida y antiséptica, es decir, sirve para levantar las defensas al infusionarlo o incluirlo en jugos. Sus principales componentes activos, que le dan ese peculiar gustito picante, son aceites volátiles con propiedades antiinflamatorias muy potentes. Se le atribuye un gran potencial para aliviar el sistema digestivo, incluyéndolo cotidianamente en la dieta. También es útil para controlar las náuseas y aliviar resfríos o dolores de garganta.
En la cocina occidental más clásica, la europea y la norteamericana, el jengibre seco o en polvo se usa típicamente en alimentos dulces: para elaborar confituras, caramelos, panes de jengibre, saborizar galletas o agregar un toque especiado en mermeladas. Y no es que tenga nada de malo, pero la raíz fresca de jengibre es otro mundo de posibilidades, picor y frescura que recién apreciamos cuando miramos un poquito hacia el oriente. Los más desprevenidos lo habrán probado en una suerte de pickle llamado “gari”, acompañando el sushi. Con carne va como piña: los sabores ácidos y pungentes son excelentes compañeros de las grasas, algo que podemos entender con el típico pepinillo en las hamburguesas. Los orientales le atribuyen, además, propiedades depurativas a estas conservas, y por eso las sirven junto a muchas comidas.
Para elegir el jengibre fresco en la verdulería, fijate que sea de piel lisa y brillante, sin arrugas en su superficie. Se puede congelar –pelado y cortado en láminas–, aunque en la heladera se mantienen frescos por varias semanas, incluso un mes.
Si te animaste a comprarlo pero no sabés qué hacer con él, empezá con las versiones más fáciles. Probalo en infusiones, jugos, comidas saladas y dulces. Para las infusiones, podemos usar láminas finas y hervirlas en el líquido del té, caldo o sopa que vayamos a preparar. Para sumar en las comidas, conviene rallarlo con el lado más fino del rallador o picarlo bien pequeñito para sumar a salteados, por ejemplo. Si querés usar su jugo para completar aderezos, salsas o vinagretas, podés rallarlo y exprimir el jengibre rallado para extraer la mayor cantidad de líquido posible; cuanto más fresco esté, más jugo obtendremos con este método.
Esta receta tiene cientos de años en la cultura hindú y tiene muchos beneficios. La famosa Golden Milk, una infusión calentita de especias.
Calentar la leche con todas las especias, reservando la miel para después. Hervir suavemente durante unos 10 minutos. Dejar reposar 5 minutos, colar y servir con la miel. Tomar tibio.